22 mar 2011

El trueque y la producción

Antes escribimos sobre el valor del intercambio, del trueque, en su dimensión social y también en la ecológica, sin embargo también poníamos de manifiesto las limitaciones del trueque a la hora de superar la lógica mercantil del máximo beneficio y también su dependencia del mercado en la medida en que al no ser productores de casi nada, nosotros, que trocamos, también somos fuertemente dependientes del mercado, de él proviene prácticamente todo lo que algún día intercambiaremos.

“Las ventajas del trueque se reducen entonces a que no se necesita dinero... vale... pero se necesita tener cosas... y puesto que hoy en día las personas no somos productoras prácticamente de nada... la mayoría serán compradas, por lo que en el fondo el dinero es casi igual de necesario...”

Esto es un problema grave si lo que realmente queremos conseguir es reducir nuestra dependencia del dinero. Y esta muy relacionado con lo que ha terminado siendo la sociedad después de algunos siglos de la consolidación de los sistemas de producción industrializada. No solo del capitalismo, sino también del comunismo en algunos casos. Pongamos un ejemplo:

La mayoría de las personas no producimos nada, de hecho vivimos en lugares donde es prácticamente imposible producir cualquier cosa, no solo no hay espacio, el resto de las condiciones físicas para esto están ausentes: los pisos no tienen apenas espacio donde hacer algo que no sea comer, dormir o ver la tele y el espacio restante se satura con todas las cosas que compramos. Pero incluso en esos lugares donde hay espacio suficiente, lo que no hay es tiempo o simplemente deseo de producir. Las personas que viven en adosados o en casas con jardín o bien no tienen tiempo de tener nada más que hierba o cactus o bien ni siquiera se han planteado la posibilidad de producir algo que les haga menos dependientes del mercado. Pero es normal... ¿para qué?, seguramente el esfuerzo de cultivar patatas en su jardín sea tan alto que les compense más comprarlas en el supermercado... para qué ensuciarse las manos... Toda la estructura social, económica, urbanística, cultural, está hecha para que cuando tengas una necesidad te sea más cómodo, más barato, más fácil e incluso mejor visto, ir a comprarlo en el centro comercial o en el supermercado o con un poco de suerte a la tienda de tu vecino, si todavía no ha cerrado.

Pero esto no ha sido siempre así y seguramente tampoco vaya a permanecer así para siempre. En algún momento de la historia y en algunos lugares las espacios de producción no estaban separados de los espacios de reproducción (así lo dirían los marxistas), ¿que quiere decir esto? Que los sitios donde se producían cosas no estaban separados de los sitios donde las personas se reproducían... es decir, las casas no eran el sitio donde se va a dormir después de trabajar, las casas eran también el lugar donde se trabajaba, de la misma forma que las casas no eran el lugar al que volvías después de salir de marcha... en las casas había marcha, en las viviendas de las ciudades hoy no cabe ni la marcha, ni la producción... solo la reproducción (si acaso)...
 
Tampoco estaban tan separados los productores de los consumidores: las personas consumían cosas que producían o que se producían al menos relativamente cerca en su mayoría y por personas que conocían. A esta persona que produce y consume a la vez, hay mucho listo que en un esfuerzo de creatividad y de marketing lo llama prosumidor o todavía mejor, prosumer y dice que son  ideas frescas.

Por lo tanto ahora hay sitios separados donde se tiene que producir todo lo necesario, también la fiesta, que cada vez esta más cara por cierto. Por ejemplo los polígonos industriales (de Getafe o de Tailandia o China), las grandes explotaciones agrícolas (de Castilla o de Argentina o Ucrania) y otros sitios también separados donde se comercializa: antes eran los mercados locales (no eran los únicos, pero si los predominantes) y ahora son los supermercados, los centros comerciales (no son los únicos, pero si los predominantes).

Y ahí entre medias estamos todos nosotros, vamos los sábados a comprar cosas producidas cada vez más lejos y distribuidas en el Eroski, en el Dia, el Aldi, Mercadona, Supermercados de Madrid, (no está mal para un pueblo de 18 mil habitantes tocamos a 3600 personas para cada supermercado), o vamos aún más lejos, siempre en coche, para comprar todas esas cosas, que, cuando llegamos a casa y nos damos cuenta de que no valen para nada las guardamos en el trastero de forma que no quede espacio, las tiramos desperdiciándolas o las llevamos al mercadillo de trueque para tratar de alargarles la vida útil... algunas veces con éxito.

Pero podemos hacer más cosas, las personas no hemos perdido nuestra capacidad de producir, de hecho aunque no nos demos cuenta estamos produciendo continuamente o por lo menos somos productores potenciales de un montón de cosas, y es relativamente fácil hacerlo y mucho más divertido que ir al supermercado a comprar. Seguro que muchos tenemos plantas en casa, y ¡sí!, las plantas con un poco de ayuda se reproducen solas (intentalo), podemos ser mini-productores de plantas, las abuelas y las madres (y no solo ellas) siguen tejiendo y cosiendo, saben producir artesanías de estos, estos y muchos otros tipos, se que en este pueblo hay gente que tiene habilidades y produce también conocimientos que puede intercambiar sin necesidad de comprarlos, y una última idea: en la “basura” hay muchos objetos que el mercado ha rechazado utilizar pero que funcionan perfectamente y se podrían intercambiar (aunque en este caso no seríamos productores sino recolectores...).

Claro que son cosas pequeñas pero son importantes. Solo se trata de que al final del mes puedas llevar algo al mercadillo, esa mañana del último domingo y mejor si lo has conseguido sin dinero. Ahí esta la gracia.